2/11/10

Mario Vargas Llosa en Limpio

Un día de 1997, fui a jugar un partido de fútbol (cuando quería y creía que iba a ser futbolista profesional) en la cancha de la Federación Limpeña. Terminado el mismo, fui hasta un copetín en el mercado. Me senté y pedí unas empanadas. Puse sobre la barra el libro que leía en ese momento: El Hablador, de Mario Vargas Llosa. La dueña del local sonrió al verlo. Me preguntó si me gustaba. Le dije que sí, sobre todo pensando en el personaje “Mascarita”, quien solía pedirle al narrador, siempre que estaba nervioso e impaciente, algo que tiene que ver con quien era mi ídolo por aquellos días, justamente gracias a Vargas Llosa (y García Márquez): “A ver, háblame de Faulkner”. La señora hizo una mueca de contrariedad y me preguntó, con un acento visiblemente extranjero, de qué iba la novela. Le expliqué que hay una parte urbana, historias de escritores y otros que quieren serlo, y otra parte se desarrolla en las selvas de la Amazonia peruana, con tribus indígenas. Sonrió. “No le creas nunca a Vargas Llosa”, me dijo, “lo suyo es pura pose. En el Perú lo conocemos. Él puede escribir todo lo que quiera sobre los indígenas, pero en la vida real los odia”. Ahí recién caí en la cuenta del origen de su acento y de sus rasgos físicos: era peruana, con ascendencia indígena, por supuesto. Le escuché un plagueo interminable sobre declaraciones y actos intolerantes y racistas del escritor, durante su candidatura a la presidencia del Perú. (A propósito, me leí de cabo a rabo su libro de memorias El pez en el agua, que historia su campaña presidencial, y en ninguna de sus 400 páginas está escrita la palabra “indígena”, acaso como medida antiséptica. Esto de parte de alguien que quería ser presidente de un país con más del 40% de sus habitantes con sangre aborigen.)
En todo caso, nunca olvidé las palabras de aquella simple dueña de copetín en medio de un mercado grasiento y orgulloso de su olor a pueblo. Y nunca más leí a Vargas Llosa con inocencia. El secreto es ese: no ser inocente cuando se lee. Con respecto a Vargas Llosa, eso me enseñó aquella mujer en Limpio.