24/5/12

Dos entrevistas perdidas

Al revolucionario inorgánico que se quedó con las voces 
de Élmer Mendoza y Guillermo Martínez.
 
Gabriel García Márquez, como ex periodista y escritor esporádicamente entrevistado, odia las grabadoras. Así como Platón manifestó su desprecio por el imperio de la escritura desplazadora de la oralidad, "Gabo" se quejó siempre de lo que cree es la dictadura de esa repetidora fiel, pero maquinal y fría, por sobre las anotaciones tibias y libres que el periodista puede hacer sobre la marcha, y luego recrear con las herramientas, no solo del periodismo, sino también de la literatura. Confieso que en mi condición de periodista común y corriente, siempre confié en las grabadoras. Hasta que un día una de ellas no me traicionó no registrando nada (terror típico y cotidiano del periodista), sino desapareciendo.  
Guillermo Martínez en Asunción.
Era el año 2008. Más exactamente, el 5 de junio. Un tanto de sorpresa, llegó a Asunción el escritor argentino Guillermo Martínez, de quien había leído hasta entonces tres libros: la altamente deudora de Herman Hesse Acerca de Roderer, sobre la que había escrito exactamente un año antes, los cuentos de Infierno grande, y la novela Crímenes imperceptibles. Hacía unos meses se había estrenado la versión fílmica de este libro, dirigida por el español Alex de la Iglesia, y protagonizada por John  Hurt y Elijah Wood. Yo no contaba con una grabadora. Le le pedí prestada la suya a mi hoy ex compañera de trabajo y, por sobre todo, amiga, Patricia Benítez. Me la prestó, por supuesto. Registré las respuestas de un distante, orgullosamente hollywoodense Martínez. Le saqué todo lo que pude sobre la influencia primigenia de Demian en su primera novela, las formas de encarar la memoria de la dictadura militar argentina en el cuento "Infierno grande", el influjo del Borges de "La muerte y la brújula" y el homenaje a Dino Buzatti en su novela. Apreté Stop y la conversación quedó grabada.
Con Élmer Mendoza, en junio de 2008.
Al otro día me enteré que estaba en Asunción el escritor mexicano Élmer Mendoza (autor al que Arturo Pérez-Reverte dedica La reina del Sur, y al que los narcos mexicanos respetan al punto de "aspirar" a ser personajes de su novelas).  Entrevisté a Mendoza esa tarde. El mexicano me pareció un tipo abierto, horizontal, todo lo contrario del argentino Martínez. Me daba la sensación de que estaba ante un hombre que a cada pregunta sonreía de manera absurdamente eterna, como si le hubiera hecho el más alegre de los cuestionamientos, cuando mis interrogantes tenían que ver con el desierto aterrador de Sonora, el cartel de Ciudad Juárez, asesinatos de ex candidatos a presidentes de México, la violencia demencial de las zonas fronterizas mexicanas, entre otros temas que pululan en sus novelas y que yo conocía por la única que había leído entonces, Un asesino solitario. Otro vez apreté Stop, y la entrevista quedó grabada.

Al otro día, Paty necesitaba la grabadora para no sé qué reportaje de los muchos interesantes que solía escribir para la Revista Vida de ÚH. Se la devolví. No sé si esa misma tardecita de junio, o la del otro día, abrieron su auto y se llevaron una notebook y su bolso. ¿Qué había en el bolso? Pues la grabadora con las entrevistas a un escritor leído por los narcos mexicanos, y a otro que había escrito una correcta novela apoyado en el famoso teorema de Gödel y que había visto cómo encarnaba perfectamente a Beth en el cine la adorable Leonor Waitling (musa diaria de Jorge Drexler).

No pude, no tuve las agallas para reconstruir ambas entrevistas. Terminé olvidándolas. Aún así, desde aquella vez, trato de llevar notas. Como siempre supo García Márquez que debe ser.