2/10/13

Los paraguayos en el funeral de Pablo Neruda


Luis Casabianca
Se puede ver un vídeo en YouTube, con audio francés y subtítulos, del funeral de Pablo Neruda. En el minuto 1, la cámara se acerca a la multitud en marcha, y se ve a un hombre alto, con anteojos, que con el puño levantado canta a voz en cuello, con todos los demás: “Agrupémonos todos/ en la lucha final./ Y se alzan los pueblos, con valor por la Internacional”. Controlando ese acompañamiento funerario que se había convertido en una manifestación política, acaso la primera luego del advenimiento intempestivo de Pinochet y la Junta Militar, estaban los carabineros con sus armas, tensando el ambiente. Nunca antes, y nunca después probablemente, la muerte de un poeta congregó en las calles a tanta gente en un momento tan álgido de la historia de un pueblo, como lo hizo la de Neruda, luego del golpe fascista de setiembre de 1973, en Chile. En ese preciso momento y lugar, estuvieron Luis Casabianca, el hombre de anteojos y puño erguido del video, dirigente histórico del Partido Comunista Paraguayo en el exilio, y Carmen Soler, su compañera de entonces, comunista también y poeta de potente acento político.

Casabianca está al otro lado del teléfono, y se aparta un rato del corro de huelguistas y crucificados choferes de la Línea 30, a quienes acompaña con ímpetu juvenil en su lucha, para contarme: “Nosotros estábamos relacionados con Neruda a través de María Maluenda, actriz y luchadora social chilena, quien formaba parte en Chile de un grupo de solidaridad por la libertad de los presos políticos en Paraguay. Maluenda era diputada y muy amiga de Neruda. Íbamos a su casa ubicada en el cerro San Cristóbal, de Santiago, a la que llamaba La Chascona. Neruda pasaba de vez en cuando un rato por ahí, y le veíamos con Carmen”.


Carmen Soler por Federico Caballero. Portal Guaraní.
En aquellos años, como bien cuenta Casabianca en su libro de memorias Clandestino y bajo agua. Crónicas del pueblo insurrecto, él trabajaba en la editorial estatal que Salvador Allende había impulsado, Quimantú. “Supimos de la realización del funeral y quisimos, Carmen y yo, ir a acompañar el féretro, junto con otros compañeros paraguayos: Vicente Barrios y Nélida Vallejos, quienes viven  hasta hoy en Lambaré; además de Carmen y yo, fue mucha gente de Quimantú”.

—¿Y cómo se sentía la gente en medio del dolor del golpe y de la muerte de Neruda?
—La gente estaba con mucho dolor y con mucha indignación. Pero era ya un clima de resistencia y de esperanza, de que podía recuperarse lo conquistado y derrocar a la Junta. La gente aprovechó esa oportunidad para manifestarse.

—¿Se temía una represión? 
—Estaban los carabineros apuntando con metralletas, con camiones blindados, pero no llegaron a tomar ninguna medida represiva. No reprimieron porque estaban algunos embajadores, creo que los de Italia y Suecia. La marcha la encabezaron los intelectuales, todos los políticos de la época, menos los fascistas.

—¿No hubo otros paraguayos además de las personas que mencionó?
—No vi a otros paraguayos. [El sociólogo] Tomás Palau estaba en Santiago, pero no fue. Lo visité luego, y le llevamos la noticia de la manifestación popular, lo cual lo animó mucho, pues él estaba muy afectado por los acontecimientos. La gente quedó muy desmoralizada, muy apesadumbrada, a todos nos cayó muy mal
el golpe, y la muerte de Neruda luego.

Casabianca y Carmen Soler, exactamente un mes después de la muerte del poeta, se asilaron en la Misión Comercial Cubana, a cargo de la diplomacia sueca, pues la embajada de la isla había sido asaltada. “Queríamos ir a Argentina, a Francia o a Italia, pero no pudimos. A mí me asiló [el escritor] Carlos Villagra Marsal, quien trabajaba por entonces en la CEPAL. Subimos a su camioneta, y él nos metió a la Misión, sin ningún equipaje".

Aquel 23 de setiembre de 1973, Carmen Soler escribió, peculiarmente directa y rabiosa: “Esta noche tan negra/ no es toda oscura./ Dos estrellas alumbran/ desde la altura”.