-En realidad, el aparato policíaco del Estado está ya tratando al Partido Comunista como una organización secreta.
Y Benito Mussolini, su rival en la discusión, quien tiempo después lo mandaría apresar para que nunca más supiera lo que es la vida fuera de una cárcel, le respondió, ofendido, con el cinismo típico del fascismo:
-¡No es verdad!
Gramsci insistió, inmediatamente, denunciando algo parecido a lo que hoy se denuncia en Paraguay: la aprobación parlamentaria de la ley de Defensa Nacional y Seguridad Interna de Horacio Cartes, que persigue en el fondo a las organizaciones sociales y políticas de izquierda:
-Se detiene sin imputación especifica alguna a todo el que se encuentra en una reunión de tres personas, por el mero hecho de ser comunista, y se le mete en la cárcel.
Y allí saltó Mussolini a decir lo que él creía que zanjaba definitivamente la discusión, con un tono casi generoso, con la magnanimidad terrorífica del fascismo:
-Pero se les libera pronto. ¿Cuántos hay en la cárcel? No los pescamos más que para conocerlos.