19/8/14

Las muchas caras bellas del Paraguay


El hombre que publicó La belleza de los otros en 1993, no solo era ya el autor del más completo trabajo de análisis de las artes visuales paraguayas (Una interpretación de las artes visuales en el Paraguay, 1982), sino también el responsable de uno de los primeros ejercicios de mirada crítica de las manifestaciones culturales paraguayas a la luz de modernas teorías del arte y la cultura (El mito del arte, el mito del pueblo, 1986). Se puede decir, tal vez, que en medio de estos dos títulos capitales de nuestra literatura artística y social, La belleza de los otros mete una cuña radical que quiebra paradigmas en nuestro horizonte analítico nacional. La cuña no impugna esos dos libros anteriores, por supuesto, sino todo lo contrario: deja el surco abierto para que abreve de los afanes de éstos.

Esta nueva edición, como bien apunta el mismo Escobar en la “Introducción” a la misma, “mantiene las premisas teóricas”, busca “preservar su valor documental y carácter testimonial relativo a su propia época”. Sin embargo, hay algunos cambios  que por sutiles no son menos decisivos: por ejemplo, la participación del autor en el ritual de iniciación paî tavyterâ, que le da un color descriptivo a que nos tiene acostumbrados Escobar; algunas variaciones lingüísticas, como las referidas al gentilicio de los antes llamados “lengua”, hoy denominados enlhet o enxet. Así también, con respecto a los nuevos conocimientos de esta comunidad, son de resaltar los estudios de Hannes Kalish, decisivos para esta edición, no solo en lo referente a la denominación, sino también a la dinámica interna propia de los Enxet. Pero no solo eso: Escobar rompe la convención editorial misma al publicar, en el anexo, todo un estudio de Kalish sobre las fiestas de aquéllos, dándole oportunidad a La belleza de los otros de dialogar real e internamente con trabajos oriundos de otras plumas.

Como bien anotaba Roa Bastos en la “Presentación” del volumen, La belleza de los otros está bellamente escrito. El autor posee una escritura con “plasticidad”, “ritmo” y “transparencia”. Habría que agregarle, también, que la prosa de Escobar es consciente de su cometido narrativo, casi como lo hace cualquier escritor cuyo entusiasmo suele ser la ficción. Como suele ser tradición en los grandes escritores de América Latina —desde los cronistas de Indias hasta el mismo Roa Bastos—, el acto de la escritura es la manera occidental en que se practica el mito, la ficción, aún cuando se trate de un libro de sólida base teórica y científica. La belleza de los otros, en ese sentido, tiene grandes momentos dignos de la mejor literatura. Sobre todo en el Capítulo IV, denominado “El arte y el rito”, en donde el propio mito encarna en las formas festivas —eso, sobre todo formas— de las distintas comunidades indígenas del Paraguay.


El solo placer del texto ya vale su lectura. Y si con ese puro placer viene la posibilidad de que el lector —sobre todo paraguayo— se identifique con las muchas caras de este país, casi como en la anagnórisis de la tragedia griega, ese placer es también, por qué no, una necesidad política.

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