28/10/09

Junot Díaz, la literatura en las dos orillas

Junot Díaz (1968) es dominicano. Vive en los Estados Unidos desde los 6 años, habla y escribe en inglés. Su novela The brief wondrous life of Oscar Wao (2007), traducida al español y publicada en 2008 como La maravillosa vida breve de Óscar Wao (Mondadori), ganó el codiciado Premio Pulitzer. Su autor fue incluido en 2007 en Bogotá 39, el heterogéneo grupo de los más prometedores escritores latinoamericanos menores de 39 años. ¿Un latino ganador del más importante premio anual de los Estados Unidos y, al mismo tiempo, considerado un referente de la literatura latinoamericana? Así es: ésa es la fascinante dialéctica que condiciona y refleja magistralmente La maravillosa vida breve de Óscar Wao.
Óscar es un dominicano nerd y gordinflón, negro y fatídicamente fascinado por las mujeres. Vive en Nueva Jersey, devora cómics y escribe pensando que puede llegar a ser el J. R. R. Tolkien de su país. Es decir, es el inmigrante perfecto para las chanzas de sus amigos y enemigos. Su vida se desarrolla entre el afán por dejar de ser virgen y la obsesión por escribir. Hasta aquí parece la típica novela de las tribulaciones de la inmigración latinoamericana en los Estados Unidos. Pero la habilidad narrativa de Junot Díaz —que incluye un manejo electrizante del spanglish, para desazón de los detractores de cualquier jopara, de cualquier hibridez— radica en una escritura alejada tanto de los maniqueísmos corrientes del género, como del cinismo omnipotente del narrador falsamente neutral. Lo logra aun cuando tiene que explicar en reveladoras, acusadoras y deliciosas notas de pie de página una serie de especificidades de la historia dominicana, que funcionan como necesario guión paralelo a los hechos de la novela.
La vida breve de Óscar en los Estados Unidos es la continuación sanguínea y cultural de una trágica y larga vida previa de sus padres y abuelos en una República Dominicana de terror, dominada por El Jefe: Rafael Leónidas Trujillo. Es, entonces, una novela sobre la inmigración y sobre la dictadura, pero despojada a su vez de la tentación de las etiquetas genéricas por su carácter irónico y nada autocompasivo. En este último sentido, desacredita a La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa, que también habla de Trujillo y sus “excesos”: deja la aventura del hispano-peruano al nivel de una fascinante práctica de turismo literario. Fascinante y literario... pero turismo al fin.
Como le sucedió al salvadoreño Horacio Castellanos Moya con su novela El asco, sus compatriotas han visto en la novela de Díaz una ofensa a la “dominicanidad”. Lo cual, a causa de un nacionalismo vacío y cuasi fascista, es más un elogio que otra cosa. Junot Díaz no tiene patria, dicen, pero qué bien escribe sobre la suya.