12/2/10

Caín, el fratricida que desenmascaró a Dios

"Me hice ateo, nomás;
Videla usó mi Dios
para matar."
León Gieco,
"El ídolo de los quemados".


"Abel, mezquino y cobarde,
el siervo de su Señor;
Caín que no entró en el juego
y que se rebeló."
Barón Rojo,
"Hijos de Caín".

En el principio era el verbo. Según la leyenda bíblica, Dios creó al hombre y la mujer, y les dotó de lenguaje, es decir, de entendimiento. Profunda e inexcrutable sabiduría la de Dios: les dio la herramienta para que pudieran alabarlo adulonamente, pero también para que pudieran impugnarlo como su (supuesto) creador. Sobre esa cuerda del lenguaje oscila el trapecio de la libertad... para los creyentes. El imaginario de la culpa, el perdón, el crimen, el castigo y la absolución.
Caín, de José Saramago, parte con un dios (así, en minúsculas, como acostumbra a escribir todos los nombres propios el escritor portugués) insatisfecho ante el hecho de que sus recientes creaciones, Adán y Eva, no sean capaces de articular palabra alguna, pensamiento alguno. Y les regala el lenguaje. Y se regala a sí mismo su más pesado y persistente dolor de cabeza. Y lo primero que le dice Adán a Eva es: “Vámonos a la cama”. Y nacen Abel y Caín. Y Abel con el tiempo se hace pastor; y Caín, agricultor. Y dios prefiere el trabajo de Abel, antes que el de Caín. (Desde tiempos remotos, el privilegio “patronal” hacia los ganaderos , por encima de los agricultores.) Y dios humilla a Caín. Y Caín, rebelde, mata al adulón Abel.
A Saramago, este violento gesto de rebeldía le permite trazar una parábola (que es un homenaje que es una parodia que es una diatriba que es una novela) sobre la arbitrariedad del dios judeocristiano, modelo de padre avizor y represor en Occidente. Así como dieciocho años atrás, en
El Evangelio según Jesucristo, había humanizado a Jesús para deshumanizar al dios del Nuevo Testamento; en esta nueva obra Saramago se pega un festín con el mismo cometido: el marcado por la infamia, Caín, vaga no solo por el desierto y las nacientes ciudades, sino también por el tiempo, para ser testigo del fallido sacrificio de Isaac a manos de su padre Abraham, la muerte de los niños en Sodoma y Gomorra, la masacre de tres mil personas ordenada por Moisés por haber adorado a un becerro de oro, las tribulaciones de Job por una apuesta entre dios y satán a propósito de su capacidad de resistencia y su fe. Para el Caín de Saramago, si el hombre es culpable de todas estas cosas, dios también lo es. Entonces, dios promete bondad a costa de una serie de maldades.
Como era de esperarse, la novela ha sido fuertemente criticada por distintos sectores religiosos. Si bien a raíz de este libro no hay una “condena a muerte” para el escritor, emanada de autoridades religiosas, como sucedió con Salman Rushdie y los musulmanes, no es menos cínica y fundamentalista la actitud ante ella de parte de la blanca y judeocristiana civilización occidental.
No es el gran mosaico ideológico, político, histórico y narrativo de
El Evangelio..., pero es una obra fantástica para preguntarse si no hemos hecho a dios a nuestra imagen y semejanza.