29/10/12

La mujer que miraba al abismo



La Muerte anda en bicicleta. Tiene aspecto de cartero joven y vital. Lleva puesta una gorra de béisbol. Pedalea incesantemente por las calles de Brentwood, en Los Ángeles. Busca el timbre de la mansión 12305 de Fifth Helena Drive, cuya ocupante hace apenas seis meses vive allí. Es el 3 de agosto de 1962. Por segunda vez, aprieta con insistencia el timbre. La puerta se abre, por fin: Marilyn Monroe

Es lo que narra la escritora Joyce Carol Oates en el misterioso “Prólogo” de Blonde (2000), su aclamada novela sobre la célebre actriz, nacida en 1926 y encontrada muerta en su casa californiana el 5 de agosto de 1962. Si el lector merecía una escritura a la vez penetrante, detallista y fílmica para conocer desde la ficción la figura mitológica de Marilyn Monroe, esa escritura es sin dudas la de Oates. Autora de unas cuantas obras maestras, algunas más o menos autobiográficas –excepto porque todas lo son de alguna manera, desde Dante hasta acá-, Blonde, sin embargo, no es una singularidad en la carrera de la escritora estadounidense. La impetuosa Norma Jean de la niñez y la adolescencia, la atribulada Marilyn Monroe bajo la luz cenital de un Hollywood marginal primero y central después, son dos caras de la típica heroína de Oates, doblada y desdoblada en un complejo y apasionante origami: es la mujer al asalto del mundo, curiosa y talentosa, y también es la mujer que mira al abismo.

Todos y cada uno de los momentos clave de la vida de Marilyn, están: la niña en una casa de huérfanas, aunque no lo era; la adolescente, en una casa de acogida de donde la mujer termina por echarla porque sospecha que su marido la mira con lascivia inevitable; sus primeros escarceos tartamudos con la actuación; un matrimonio tan inesperado como fugaz; el amor del Deportista (Joey Dimaggio) y El Dramaturgo (Arthur Miller); la “otra vida” subterránea de la Actriz Rubia: sus textos, una cita subrepticia con el Presidente, los coqueteos con la muerte. Todo con la mejor prosa de que es capaz Oates, a lo largo de 933 páginas. 

En las primeras, están las claves para leer el libro. Una cita de Konstantin Stanislavski: la “soledad en público” de que era capaz la actriz aun cuando no actuaba. Y la “Nota de la autora” en donde explica que “Blonde es una ‘vida’ radicalmente destilada en forma de ficción”. Es decir, aquí está y no está la verdadera Marilyn, si acaso hay una. Está algo mejor: ese sólido mito suyo que cuando se lo toca se desvanece en el aire.

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