Roger Federer, mi adorado Federer, navega ya con las velas caídas. Verlo jugar (perder) como jugó (y perdió) contra el inexpresivo Tommy Robredo en el US Open que ahora se desarrolla, me dolió como duele leer la primera de las siguientes malas obras que los escritores publican en el ocaso indetenible de su carrera. Pero hubo un tiempo en que nadie podía sentir pena por Federer, en que todos sabíamos cómo terminaría la historia de un enfrentamiento con él.
En ese tiempo, el escritor estadounidense David Foster Wallace escribió un texto sobre el suizo que es, a su vez, un homenaje a un deporte, el tenis, que Foster Wallace supo practicar y que en su obra cumbre, La broma infinita, ocupa un lugar primerísimo en su dilatada estructura catedralicia...
El próximo 12 de setiembre se cumplen cinco años de la muerte del novelista norteamericano. Cinco años de un suicidio que -como a Roberto Bolaño, muerto por insuficiencia hepática- lo convertiría en un novelista de culto casi esotérico en el mundo anglosajón, con ciertas dificultades de legibilidad para el ámbito hispánico, entre otras cosas.
Recientemente se ha publicado en castellano, por primera vez, un libro que reúne artículos (como el citado sobre Federer) que Wallace escribió para medios como el "The New Yorker". Por eso, por el crepúsculo del más grande de todos los tiempos, y por el lustro sin el novelista más prometedor de la literatura yanqui, este fragmento de "Federer en cuerpo y en lo otro":
"Casi todo el mundo
que ama el tenis y sigue el circuito masculino por televisión ha vivido durante
los últimos años eso que se puede denominar Momentos Federer. Se trata de una serie
de ocasiones en que estás viendo jugar al joven suizo y se te queda la boca
abierta y se te abren los ojos como platos y empiezas a hacer ruidos que provocan que venga corriendo tu cónyuge de la
otra habitación para ver si estás bien. Los Momentos Federer resultan más
intensos si has jugado lo bastante al tenis como para entender la imposibilidad
de lo que acabas de verle hacer. Todos tenemos ejemplos. Aquí va uno. Se está
jugando la final del Open de Estados Unidos de 2005 y Fededer sirve ante Agassi
al principio del cuarto set. Hay un intercambio medianamente largo de tiros de
fondo, con esa forma de mariposa distintiva del estilo moderno de juego de
fondo, durante el cual Federer y Agassi se dedican a hacerse correr el uno al
otro de lado a lado, ambos intentando obtener el punto desde la línea de
fondo... hasta que de pronto Agassi arrea un pelotazo cruzado de revés que desvía
completamente a Federer hacia el lado del revés (= su izquierda), y Federer
alcanza la pelota pero le da un revés bien corto, dejándola a medio metro de la
línea de saque, que por supuesto es la clase de jugada que para Agassi es pan
comido, y mientras Federer todavía está intentando dar marcha atrás hacia el
centro de la pista, Agassi se dispone a coger la bola corta en plena subida,
intentando pillar a Federer a desmano, y de hecho lo consigue: Federer sigue
cerca de la esquina pero está corriendo hacia la línea central, mientras que la
pelota se dirige a un punto situado ahora detrás de él, justo donde estaba hace
un momento, y no tiene tiempo de darse media vuelta, y Agassi va hacia la red
siguiendo a la pelota en ángulo oblicuo procedente del lado de revés... y lo
que consigue hacer ahora Federer es invertir instantáneamente el impulso de su
cuerpo y dar un brinco hacia atrás de tres o cuatro pasos, a una velocidad
imposible, a fin de atizar un drive desde su esquina de revés, desplazando todo
su peso hacia atrás, y el drive en cuestión es un pelotazo brutal con efecto
liftado que rebasa a Agassi junto a la red y se va para el fondo, y Agassi se
lanza a por la pelota pero ya la tiene detrás, y la pelota vuela en línea recta
siguiendo la línea de banda, aterriza con precisión en la esquina de dobles del
lado de Agassi y obtiene el punto; Federer todavía está danzando hacia atrás
cuando aterriza. Y el público de Nueva York guarda ese pequeño segundo familiar
de silencio asombrado antes de estallar en vítores, y en el televisor John
McEnroe con sus auriculares de locutor invitado dice (principalmente para sí
mismo, parece): «¿Cómo se puede anotar un tanto desde esa posición?». Y tiene
razón: si se recuerda la posición en que estaba Agassi y su rapidez de primera
clase mundial, Federer estaba obligado a mandar la pelota por un túnel de cinco
centímetros a fin de rebasarlo, y eso es precisamente lo que ha hecho, yendo
hacia atrás, sin tiempo para prepararse y sin nada de impulso detrás de su
golpe. Ha sido imposible. Ha sido como una escena de Matrix. No sé qué ruidos he emitido, pero mi cónyuge dice que ha
entrado corriendo en la sala y había palomitas por todo el sofá y yo estaba
apoyado en una rodilla y tenía los ojos fuera de las órbitas, como esos que
venden en las tiendas de artículos de broma".
David Foster Wallace, del libro "En cuerpo y en lo otro", Mondadori, 2013, págs. 15-16.