Sentados en un banquito derruido
de una plaza de Buenos Aires,
rodeados por las palomas mustias del atardecer,
te confesé, amiga mía, que te amaba.
A la mañana siguiente,
tomaste tus ropas y tus libros
-la poesía completa de Paul Celan
robada por mí y regalada a vos-
y volviste a Europa en el primer vuelo de Lufthansa;
y yo, con los ojos insomnes,
partí de Retiro,
en un ómnibus prosaico y frío,
hacia las rotas horas de Asunción.
de una plaza de Buenos Aires,
rodeados por las palomas mustias del atardecer,
te confesé, amiga mía, que te amaba.
A la mañana siguiente,
tomaste tus ropas y tus libros
-la poesía completa de Paul Celan
robada por mí y regalada a vos-
y volviste a Europa en el primer vuelo de Lufthansa;
y yo, con los ojos insomnes,
partí de Retiro,
en un ómnibus prosaico y frío,
hacia las rotas horas de Asunción.
este me gusto mucho. Es simple, pero provocador.
ResponderEliminarme gusta este poema porque lograste, como todo buen poeta, atrapar y retratar al espíritu literario: ese que habita en el fondo de las situaciones más tristes y fútiles de estos días. Saludos.
ResponderEliminar