27/9/11

Las cartas que no llegan

Muchas veces he confesado ya ante los míos, sin ningún pudor, que cuando se trata de escritores y escritoras quiero saber hasta el mínimo detalle, casi como un morboso espectador de chismes de la farándula. Suelo citar a un Premio Nobel, Mario Vargas Llosa, en mi apoyo: "Soy también fetichista literario y de los escritores que admiro me encanta saberlo todo: lo que hicieron, lo que no hicieron, lo que le atribuyeron amigos y enemigos y lo que ellos mismos se inventaron, a fin de no defraudar a la posteridad. Estoy, pues, colmado, con la fantástica efusión pública de revelaciones, infidencias, delaciones y chismografías...", decía el escritor peruano.

Las biografías, memorias y cartas son la tríada perfecta para conocer algo más sobre cualquier escritor. En cualquier parte del mundo... no así en Paraguay. Biografías hay, muy pocas. Memorias, menos. Las cartas son casi inexistentes.

Pienso en esto porque últimamente estuve releyendo las misivas del escritor argentino Julio Cortázar (Cartas 1964-1968. Vol. II, Alfaguara), y leyendo por primera vez las del norteamericano Truman Capote (Un placer fugaz, Debolsillo), y me puse a meditar sobre el hecho de que tan poco tengamos a disposición los paraguayos de la producción epistolar, no solamente de nuestros escritores consagrados ya fallecidos (la excepción sería Gabriel Casaccia, de quien se publicó su correspondencia dirigida a su hermano), sino también las de nuestros políticos, militares, músicos, pintores, todo aquel cuya vida privada está íntimamente ligada a la historia del Paraguay y cuyas visiones particulares enriquecen las de cualquier ciudadano de este país sobre el tema que sea. Si uno hace el ejercicio de buscar en cualquier libro nacional de investigación histórica el nivel de aportes que tiene este tipo de fuente, es casi seguro que no encontrará gran cosa. Eso teniendo en cuenta que para la historiografía cualquier testimonio, escrito u oral, es fundamental.

Piense en un solo caso, paradigmático: últimamente se han publicado ensayos y libros de entrevistas importantes sobre Augusto Roa Bastos, pero no una biografía como tal, ni sus cartas con escritores, investigadores y políticos paraguayos y extranjeros (él despreciaba los libros de memorias, por lo que nunca inició la redacción de uno).

Cuando Cortázar escribe al escritor cubano Roberto Fernández Retamar, el 29 de octubre de 1967: "El Che ha muerto y a mí no me queda más que el silencio, hasta quién sabe cuándo"; o cuando Capote da cuenta de la muerte de Marilyn Monroe, el 8 de agosto de 1962 en una carta a Newton Arvin: "No me puedo creer que Marilyn M. haya muerto. Era una chica de tan buena pasta, tan pura, en realidad, que estaba más cerca que nadie de lo angelical", están tan cerca ambos de su propio corazón como de la historia común del hombre y la mujer contemporáneos, que conocer ese juicio íntimo se hace necesario. No creo que, en el caso paraguayo, sea un simple capricho mío querer conocer dicho juicio. La historia y la cultura nacionales lo necesitan.

1 comentario:

  1. es cierto, cruz, las misivas entre los escritores, artistas, etc, de todas las generaciones... cómo nos llama la avidez por conocer TODO sobre ellos. andamos merodeando secretamente en la clandestinidad de sus ideas. una verdadera pasión. un laberinto. me gustó mucho este post. abrazo.

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